sábado, 8 de junio de 2024

24. Una putada

No puedo calificarlo de otra manera. Mi amigo Joe Certucha, mi hermano mexicano, falleció la otra noche mientras dormía. Es decir, se acostó feliz y contento, como hacemos ustedes y yo cada noche y ya no hubo forma de despertarlo. A mí me sobresaltaron varias llamadas desde España en mitad de la noche y supe antes de descolgar que había pasado algo muy grave. No puedo evitar estar triste, ya se me irá pasando y pido disculpas a mis lectores; la mayoría de ustedes no conocieron a Joe, pero entenderán mi pena. Incluso llegué a sopesar la idea de mandar este viaje a la mierda y volver a España a darles un abrazo a su mujer y sus hijos, pero algunos amigos me disuadieron: de cualquier forma no iba a poder llegar a tiempo al homenaje que ya se le hizo ayer por la tarde.

Mi amiga Luisa me dio una idea: que escribiera unas palabras para ser leídas en el acto. Las escribí y se las mandé, aunque no tengo talento para este tipo de panegíricos, pero de alguna manera se me quitó en parte la mala conciencia por no estar con mis amigos en ese triste momento. Hace sólo unos días, Joe me envió un Whatsapp poniéndome al día de las diversas desgracias acontecidas a nuestro grupo, que está pasando una mala racha tremenda. Y, con su sentido del humor impagable, concluía: –No te des prisa en volver, Madrid está muy peligroso, nosotros nos vamos un mes a San José.

Mi amigo no sabía que iba a hacer 500 kms. de carretera para llegar a tiempo a su cita con la señora de la guadaña. Muy triste todo, pero es lo que tenemos a estas edades. Joe solamente se ha adelantado unos cuantos peldaños en la escalera que antes o después hemos de subir todos (frase sacada de mi mensaje para ser leído). Así que me toca continuar con mis crónicas de viaje, unas crónicas que Joe ya no podrá seguir como estaba haciendo hasta ahora. La vida ha de continuar y yo tengo un plan que me va a llevar a recorrer América del Sur y del Norte, una ruta que he comenzado por Chile. Pero antes, permítanme que les ponga la última foto que me hice con mi amigo, cuando fuimos juntos al concierto de los Interrupters en La Riviera. 















Bien, retomo mi relato, espero poco a poco recuperar la alegría de los textos anteriores, para que mis seguidores tengan un aliciente para seguir leyéndome. Nos quedamos el otro día antes del gran salto sobre el Océano Pacífico. Realmente creo que, vivido desde dentro, esto se reduce a retroceder desde un lugar que está 10 horas después de Madrid a otro que está 6 horas antes. O sea, que adelantas 16 horas. Desde dentro, eso se vive simplemente como un día de 8 horas, en vez de las 24 habituales. Un galimatías en cualquier caso. 

Yo terminé de escribir mi post en la sala VIPs del aeropuerto de Auckland, entré un momento a un baño a pincharme una heparina y subí al avión. Nada más subir, puse el reloj en la hora de Chile: no eran ya las 18.45, sino las 2.45 de la mañana. Inmediatamente me tomé mi somnífero para adaptarme al nuevo horario. Si para mí debían ser las dos de la mañana, no podía seguir despierto. Y me dispuse a vivir las 11 horas de viaje hasta la llegada a Santiago a las 13.45. No sé si me siguen o ya se han hecho la picha un lío. Otra cosa: viendo la ruta que salía en el mapa que nos mostraban al comienzo del vuelo, yo creo que pasamos muy cerca del Punto Nemo. Véanlo.

También les diré que el famoso libro La Vuelta al Mundo en 80 Días, lo escribió Julio Verne en francés y lo fue publicando como novela por entregas. Es decir que, una vez por semana, aparecía un nuevo capítulo en un diario de papel de su Nantes natal. Una similitud más con mi viaje y mi blog. No pretendo compararme con el gran escritor, yo estoy a años luz, pero es muy curiosa la serie de concordancias. En fin, en el aeropuerto Arturo Merino de Santiago de Chile, me esperaba un tipo con un cartel con mi nombre. Había reservado por Booking un auto que me llevara al hotel Mercurio, una opción interesante y barata, unos 30€.

Tomé posesión de mi habitación en la planta 12 y salí a dar una vuelta por el centro, entorno del Palacio de la Moneda y barrios aledaños. Tenía un jet-lag de puta madre y el cuerpo me pedía quedarme en el cuarto y echarme a dormir, pero tenía que prolongar como fuera aquella jornada para acompasarme con el horario local. Y les diré que inmediatamente me vi inmerso en un ámbito cultural muy próximo al español, como siempre en América Latina. Es el idioma, pero también los enchufes, que no necesitan adaptadores, o el hecho de que se circule por la derecha y que, al cruzar cualquier calle, mires primero a tu izquierda.

Llevaba con tráfico por la izquierda y adaptadores de enchufes desde que salí de Corea. Tanto en Japón, como en Malasia, Singapur, Australia y Nueva Zelanda, se circula por la izquierda y tienen unos enchufes muy raros, todos diferentes. Yo me he encontrado muy bien en toda la parte asiática de mi viaje, son una gente estupenda. En Australia son como los yanquis, con los que también me entiendo más o menos y además, Sydney me pareció una ciudad maravillosa. Los que son realmente más raros son los neozelandeses, que están en medio de la nada lo que los vuelve muy particulares. Allí me salvó mi amigo cubano Luis Casares, de quien no es de extrañar que sus únicos amigos sean un malayo y un danés.

Cuando anocheció, me regresé al hotel, porque aquí no se recomienda andar por la calle de noche, por lo que pueda pasar. Yo estoy bastante vigilante, pero parece que roban especialmente los móviles si te descuidas; otra cosa que llevaba sin controlar prácticamente desde Estambul. Revisando las prestaciones del hotel, descubrí que hay un buen restaurante en la planta 2 y un bar con terraza en la planta 5, en donde también se puede comer, aunque el menú es más corto que el del restaurante. Me enteré del horario de este bar con terraza, que tiene cerveza Mahou de barril, y subí un rato al cuarto para adelantar algunas gestiones de mi viaje y hacer tiempo hasta las 21.30 en que bajé a cenar a dicho bar. Me comí unos fetuccini al pesto que estaban riquísimos, con una jarra de cerveza, y subí a dormir a mi cuarto

Pero, a pesar de la melatonina que me calcé, a las tres de la mañana tenía los ojos como platos. Hasta que venza el jet-lag será más o menos así. El miércoles 5 de junio me levanté después de dormir fatal, me duché y bajé a buscar un café donde desayunar. Lo encontré enseguida, doblando la esquina de San Isidro. Es un pequeño café donde te preparan un excelente capuchino doble y tienen bollos y pasteles de elaboración propia. De vuelta al hotel, paré en una farmacia a comprar melatonina. Aquí en Chile te la venden de 3 miligramos sin receta ni nada, como yo ya sabía. Un medicamento que está prohibido en los sucesivos países que he recorrido desde que salí de Italia. En la Unión Europea te la venden de 1,90 mgm también sin receta, pero es bastante cara. Y en los USA se venden de 3, de 5, de 8 y hasta de 10, en grandes frascos que se encuentran en los supermercados y en los chinos. Yo traía provisiones desde España, pero estaban a punto de acabarse.

Otro asunto que resolví por la mañana: este hotel tiene por fin un excelente servicio de lavandería. Hube de rellenar una ficha especificando las prendas sucias que metí en una bolsa y se la llevaron, con promesa de traerlo todo limpio al día siguiente por la tarde. Hay también un servicio exprés, para tenerlo en el día, pero tiene un recargo. Y continué con mis gestiones para las etapas siguientes, vuelos y alojamientos, que ya se irán contando cuando toque. Bajé entonces para mi cita de mediodía con mi contacto local. Que no es otra que mi amiga Valeria López, arquitecta-urbanista y durante un tiempo representante del Ayuntamiento de Santiago en la red C40 en la que yo representaba a Madrid. Nos conocimos en un workshop de la red en Portland (Oregon) en 2017 y desde entonces estamos conectados, nos felicitamos las pascuas y nos intercambiamos artículos y documentos de los diferentes proyectos y propuestas de city planning que llegan a nuestras manos.

Valeria trabaja ahora para el gobierno regional y yo fui a esperarla a la puerta de su oficina para comer juntos en el break de una hora de que dispone en su trabajo. La encontré muy guapa después de siete años sin vernos y nos buscamos un sitio para tomarnos un tentempié mientras nos poníamos al día. Valeria tiene marido y dos hijos varones de 20 y de 11 y me ha ofrecido ir a su casa a pasar el fin de semana. Así que hoy sábado dejaré el hotel y vendrán a recogerme. Parece que toda la familia está expectante en conocer a este amigo de mamá tan particular. Espero no defraudarles y es para mí un honor que me hospeden aunque sea sólo para dos noches. En lo que llevo de viaje sólo Mónica me había dado alojamiento en Kuala Lumpur.

Me despedí de Valeria y, sin hacer caso de las ganas de siesta que me acosaban, eche a andar en busca de la primera de sus recomendaciones: el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Es una institución muy reciente, inaugurada en 2010 por la presidenta Bachelet para honrar a las víctimas de la represión durante la dictadura de Pinochet (1973-1990). Estaba a 50 minutos a pie desde donde comimos, pero yo no tengo la tarjeta del Metro, que sólo se puede comprar con dinero en efectivo y yo no he cambiado nada a pesos, como tampoco me he comprado una tarjeta SIM; me voy arreglando con el WiFi de los sitios que visito y el mapa de la ciudad que traigo descargado en el móvil para ver sin Internet. Durante la caminata, observé un poco el ambiente de la ciudad.

No sé si se lo he dicho, pero yo estuve en Santiago en 2018, con mis amigos viajeros de Ciudad Real, lo que pasa es que, yendo en grupo, no tuve ocasión de ver a Valeria, aunque hablamos por teléfono. De aquella visita, yo conservaba algunos recuerdos. Por ejemplo, la cantidad de perros salvajes que pululaban por la ciudad. Se les veía correr en grupos por las calles y daban un poco de miedo. Es este un claro indicativo de subdesarrollo, que yo he visto por ejemplo en Bucarest, en plena comunidad europea. Bien, pues ahora ya no hay perros callejeros. Se lo comenté a Valeria y me dijo que, efectivamente, después de la pandemia se había puesto en marcha un operativo para erradicar este problema. Y con buenos resultados por lo visto.

Lo que si pervive es algo común en todo Latinoamérica: los puestos de venta callejera que atestan las calles del centro. Entre estos, los que disponen de una mesita para exponer sus productos, son una especie de aristocracia. La mayoría lo ponen todo en el suelo, como los manteros de Madrid. Hay mucha ropa usada y objetos de las casas que se exponen por todos lados. Se puede ver a un tipo de aire educado con un doble folio en el suelo sobre el que expone una llave inglesa, un par de destornilladores y unos bolígrafos. Otro vende una vajilla semidesportillada. Entre los de la ropa de segunda mano hay dos tipos. Los que pierden una hora colocando las prendas ordenadamente y luego han de recogerlas. Y los que lo tienen todo a mogollón. Y se ven señoras escarbando en el mogollón, examinando las prendas una por una hasta encontrar algo interesante. Los vendedores se instalan por la mañana, comen algo al mediodía (también hay muchos puestos de comida) y siguen hasta que anochece.

Me dijo Valeria que estaban estudiando diversas soluciones para regular de alguna manera esta práctica, pero que no era fácil, porque mucha gente vive de esta economía sumergida. Y en algunas ciudades lo que han hecho es limpiar determinadas calles del centro, pero el comercio informal se limita a trasladarse un poco más allá. Por lo demás, el Museo de la Memoria es bastante impactante. Como los de Auschwitz o Hiroshima, o el Memorial del Holocausto en Berlín. El edificio es interesante desde el punto de vista arquitectónico y le saqué algunas fotos y un vídeo de la fachada principal. 



En la última imagen, el gigantesco mural con las fotos de todos los desaparecidos durante la dictadura. Adentro, pueden verse determinados vídeos y documentos de lo que fue el 11 de septiembre de 1973, un día realmente trágico por el bombardeo del Palacio de la Moneda y el derrocamiento del presidente Salvador Allende. Yo era estudiante en Madrid y lo recuerdo como algo muy impresionante. Y pueden escucharse las palabras del último mensaje que Allende envió a los chilenos a través de una radio que todavía no había sido neutralizada: Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas y por ellas pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor.

Palabras bastante proféticas por fortuna, aunque la vuelta de la democracia tardó más de la cuenta, hasta que el propio Pinochet perdió el poder por exceso de confianza, cuando organizó un plebiscito que estaba seguro de ganar y finalmente perdió. Pinochet estaba encocorado de no admitir el resultado y decir que había sido un pucherazo, pero el General Matthei, jefe del ejército del aire, se le adelantó y proclamó el resultado. Y ya no hubo forma de parar el tema. Ahora, Evelyn Matthei, hija de ese general, es la candidata de la derecha para las siguientes elecciones generales, en 2025, que parece mentira que el actual presidente Boric lleve ya tres años en el cargo. En 2018, parafraseando a Pablo Milanés, yo pisé las calles finalmente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una plaza limpia y soleada, me fotografié ante la estatua del ausente. En este viaje no he repetido la foto en la Plaza de la Moneda, pero pueden ver esta de hace ya seis años.

Estuve en el museo hasta que cerraron a las seis. Y luego regresé por el mismo camino, ya de noche y con cierto miedo, porque el barrio primero que recorrí estaba desierto. Pero pronto llegué a una zona más concurrida y me tranquilicé. La huella de las décadas de dictadura no ha desaparecido. La gente pensó que su vida mejoraría con la llegada de la democracia, pero esto no se ha cumplido demasiado y esa fue la causa del estallido social que sacudió al país a partir de noviembre de 2019 y que continuó, diariamente hasta bien entrada la pandemia. Cada día confluían en el centro activistas muy violentos que se dedicaban al vandalismo puro y duro. Los destrozos fueron tremendos, como en cualquier revolución, muchos comercios quebraron y determinadas zonas quedaron arrasadas. Conservo unas imágenes icónicas de aquellos disturbios, que les voy a mostrar.



La del centro se convirtió en obra de arte, bajo el título Pacos Culiaos. Pacos es como llaman aquí a los policías y culiaos, pues no creo que necesite mucha traducción. Resultado de aquellas revueltas fueron las elecciones generales que ganó Gabriel Boric, político de la izquierda moderada, y el clamor por redactar una nueva Constitución. Pero el equipo encargado de su redacción ha alumbrado ya dos textos que han sido sometidos a sendos referéndums y han perdido. Así que Chile, de momento seguirá con la Constitución de Pinochet. Y, ya que estamos hablando de votaciones, sepan que yo no voy a votar en las europeas de mañana, dada mi situación de viajero solitario. Lo siento, me gustaría estar en Madrid, para votar contra Feijoo, pero es algo que no dejé atado cuando me fui.

El miércoles llegué rendido al hotel, bajé a cenar algo en el mismo bar de la planta 5 que me había gustado y me tomé una de las nuevas melatoninas que me había comprado, confiando en dormir bien de una vez y dar por cerrado el jet-lag. Pero a las dos de la mañana empezaron a sonar sucesivas llamadas de mis amigos para darme la funesta noticia con la que he empezado este post. Y ya no dormí nada más. El jueves estaba agotado, desolado y como un zombie. Pero hice por salir y visité dos de los atractivos turísticos de Santiago: la Casa de Pablo Neruda y el funicular y teleférico que te trasladan al Cerro Pionono. Al final hay unos bares sin demasiado interés, en los que me tomé un helado antes de regresar por los mismos sistemas, hasta el barrio de Bellavista, donde comí cualquier cosa y me volví al hotel todavía anonadado.

Ayer viernes, me desperté después de una tercera noche de insomnio, bajé a desayunar al sitio de costumbre y me pasé la mañana redactando la nota para el acto de despedida de Joe, que finalmente no se leyó, en medio de la emotividad desbordada del personal. Bajé esta vez a comer algo al restaurante de la segunda planta, me eché una breve siesta y empecé a redactar este post. A las 17.30, vino Valeria a recogerme con una compañera de trabajo, periodista, que se llama Gabriela y que en septiembre va a venir a Madrid para cursar un máster. Nos fuimos los tres a la zona de Lastarria, donde hay una marcha importante, pero tranquila, no peligrosa. Entramos al bar Chipe Libre y nos tomamos unos pisco sour y unas copas de vino para celebrar que estamos vivos y que podemos seguir adelante por ahora.

Después, Valeria se fue a tomar el Metro a su casa y Gabriela me acompañó caminando al hotel, que está cerca de donde ella vive. Antes nos tomamos un descafeinado en el café que yo suelo usar por las mañanas para el desayuno y continuamos nuestra agradable conversación. Hoy sábado, me he levantado, he ido a desayunar, he pagado la lavandería y he hecho el check-out. Y ahora estoy esperando que venga Valeria a recogerme para llevarme a su casa a conocer a su familia y hospedarme hasta el lunes por la mañana en que volaré de nuevo. ¿A dónde? Pues ya se lo digo: a Curitiba (Brasil) donde sigue mi gira. Les dejo de postre unas fotos que nos hicimos en el Chipe Libre. Mucho ánimo.



6 comentarios:

  1. Vaya siento mucho lo de tu amigo Joe, espero que te vayas recomponiendo para continuar tu viaje. Como buen viajero, ánimo, salud y paciencia.

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    1. Sigo puntualmente tus sabios consejos. Ánimo y paciencia no me faltan y, en cuanto a la salud, por ahora no hay queja. Abrazos para todos y buenos achuchones a Pepe-Henry.

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  2. Siento mucho la perdida de tu amigo, ánimo.

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    1. Gracias, Gabi. Así vienen las cosas y hay que aceptarlas. Besos.

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  3. Qué pena que hayas perdido un amigo Emilio, pero seguro que a él le habría gustado que siguieras adelante con tu proyecto.
    Mucho ánimo, y aunque la tristeza está ahí, piensa en todo el tiempo que disfrutaste de su compañía y él de la tuya. Ahora tienes que seguir avanzando, para que los demás también podamos continuar viajando contigo, y sobre todo, que vayas cumpliendo etapas, que esto se hace muy largo...Un beso grande.

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  4. Gracias. Era un amigo muy querido y cuesta digerir su falta. Pero, como tú dices, hay que seguir adelante. Besos.

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