sábado, 22 de junio de 2024

28. La resaca brasileña

Escribo hoy viernes desde mi cuarto del Hotel Bristol, en Ciudad de México, donde por fin tengo una tarde para descansar y escribir tranquilamente después de la vorágine de mi paso por Brasil y mi visita a mi sobrino Zael en Lima. Todavía me sigo acordando de cuánto me ha gustado ese país tropical, abenzoado por Deus e bonito por natureza, al que cantaba Jorge Ben. Es una tierra luminosa, con paisajes preciosos y una gente muy cariñosa y divertida, con un idioma que es espectacular. Gisele Medeiros me ha enseñado un montón de palabras, después de descubrir cuanto me gusta jugar con los idiomas y el lenguaje. El otro día les mostré el cartel de mi conferencia, en el que se me anunciaba como palestrante invitado. Quiero que lean también la noticia que sacó al respecto el gabinete de prensa del IPPUC, para lo cual han de pinchar AQUÍ.

Yo conocí a Gisele en 2018 en el workshop de C40 en Chicago, en donde tenemos algunas fotos con los demás, que les muestro abajo. Gisele es una mujer muy grande, que llama la atención por su envergadura, sus gestos amplios, su risa contagiosa y lo bien que habla en público, tanto en portugués como en inglés. En Chicago, su intervención fue brillante y luego intimamos bastante en las cenas y saraos nocturnos, en donde yo andaba más pendiente de Shannon Ryan, a la que conocía de antes, y también de mi querido amigo Flavio Coppola, que era quien dirigía el workshop. Pero vean ya las fotos que les digo.


En la foto de arriba nos ven a ambos sentados juntos para cenar, enfrente del mexicano Luis Zamorano, con quien he perdido la conexión, y, a su lado, mi querida Shannon Ryan. A Flavio se le ve al fondo a la izquierda. La otra es un selfie que hizo Flavio, después que, ya todos razonablemente borrachos, nos subiéramos en un ascensor superando claramente la carga máxima del aparato. A la derecha pueden ver a Shannon, Gisele y Laura Jay, las tres chicas más divertidas del grupo. Desde entonces, Gisele y yo seguíamos en contacto, pero he de decirles que nos comunicábamos en inglés. Su acogida en estos días pasados ha sido una sorpresa para ambos, que hemos descubierto una serie de afinidades (el blues, los bares nocturnos con música en directo o el juego del lenguaje), que nos han llevado a entendernos en una especie de portuñol de lo más gracioso.

Gisele también me ha explicado por qué es tan especial Curitiba en el mundo del urbanismo, donde se ha llevado multitud de premios internacionales, por su regulación de la movilidad urbana y las densidades de edificación. En Curitiba, existe un mecanismo por el que se puede comprar un remanente adicional de edificabilidad adquiriendo terrenos para el ayuntamiento o financiando parte de las operaciones de movilidad y peatonalización. Este sistema funciona también en Sao Paulo y otras ciudades brasileñas, y yo supe de su existencia cuando se lo escuché explicar a Liana Vallicelli en 2017. Pero, detrás de la creación de este sistema y la implementación a través del IPPUC hay como siempre dos personas, Jaime Lerner y Rafael Greca, cuyas imágenes tienen  abajo.


Lerner, el de la izquierda, fue arquitecto y urbanista (se murió hace pocos años) y llegó a ser varias veces Alcalde de Curitiba y Gobernador del Estado de Paraná. Greca tiene una carrera política similar, de hecho es el actual alcalde de Curitiba, pero no es arquitecto, sino que es un político puro. Ambos operaron siempre en tándem, turnándose en los puestos y actuando con gran brillantez. Gisele y Liana hablan de ambos con mucha admiración. Ahora, Greca ya no se puede presentar a la siguiente elección de alcalde, lo que ha llevado a que se postule para el puesto Fernando Pimentel, el actual vicealcalde, un joven al que escuchamos hablar en el acto de homenaje a la emigración italiana. Pero a Pimentel le falta el candidato a vicealcalde que complete el ticket electoral, y Gisele está empezando a crear opinión para que ese puesto lo ocupe Liana, que sería una vicealcaldesa estupenda. Es una idea bastante improbable, pero nunca se sabe.

Respecto a Rafael Greca, hay una fofoca (chismorreo, otra palabra preciosa) bastante divertida. Resulta que el tipo es homosexual declarado, lo que no le impide tener una esposa que le adora y con la que lleva casado toda su vida. En París hubo un caso similar, el alcalde Bertrand Delanoe, antecesor de la señora Hidalgo. El caso es que en una de las innumerables campañas electorales en las que ha luchado este hombre, los contendientes empezaron a sacar el tema de la condición sexual para atacarle y, en un debate, el moderador aludió al asunto. La respuesta de Greca fue contundente: ustedes hagan lo que quieran, pero sepan que yo no voy a gobernar con el culo, sino con la cabeza. La frase eu non vou gobernar co cu, acabó para siempre con el debate al respecto.

Son estos flecos pendientes que yo tenía por contarles, antes de ponerme con el relato de mi último día en Curitiba. El sábado 15 de junio me levanté por última vez en casa de Gisele y me puse a hacer las maletas. La noté a ella un poco apagada, pensé primero que tenía resaca, pero luego entendí que le daba pena que me fuera. Pero desayunamos y nos pusimos manos a la obra. A primera hora Gisele quería mostrarme el parque Baringui, el mayor de la ciudad, auténtico pulmón de la urbe, que los sábados se llena de corredores, ciclistas, patinadores, gente paseando al perro, familias con niños y grupos ruidosos de adolescentes. El parque tiene en el centro un gran lago alrededor del cual se desarrollan todas las actividades. Vean algunas fotos del lugar. 



Después de dar la vuelta completa al parque, volvimos a casa a recoger mis maletas y enfilamos la carretera que nos llevaba a la quinta que tiene Liana en una urbanización fuera de Curitiba. Estábamos invitados a comer con ella, y Gisele me dijo que era la primera vez que Liana invitaba a alguien a visitar su quinta. Liana es una mujer que tiene ya una cierta edad y ha sufrido diferentes desgracias personales y familiares, de lo que se ha refugiado en el trabajo, donde es una gestora excelente, y en el cuidado de esta quinta, heredada de su hermana y una de las últimas señas de identidad que le quedan, porque sus padres eran ambos italianos y en Italia ya no le queda ningún pariente vivo.

Liana se refugia en la quinta todos los fines de semana para descansar de un trabajo que le ocupa la mente durante toda la semana. Allí cuida sus plantas y sus árboles y recibe la compañía de sus dos perros Chiara y Mike. Encontramos la entrada de la quinta y Liana salió a recibirnos. Con ayuda de una señora que sirve en la casa, nos había cocinado una lasaña de libro, que estaba riquísima, y que acompañamos con un prosecco bien fresquito. Y estuvimos allí tan a gusto, dejando correr el tiempo, hasta que llegó la hora de que me llevaran al aeropuerto, algo que quisieron hacer las dos. Me despedí de mis dos amigas, con las que he pasado unos días muy interesantes, quizá el tramo de mi viaje en que me he sentido más a gusto. Vean un par de fotos de mis dos amigas curitibanas.


Y tomé mi vuelo a Sao Paulo que, como ya se ha contado, dura apenas una hora. En el exterior del aeropuerto de Guarulhos me esperaba una taxista bastante guapa, que me llevó al Uniclass Hotel Pinheiros, en donde tenía dos noches reservadas. Era un hotel de mochileros, nada que ver con la suite de la que había disfrutado en casa de Gisele, pero era limpio y correcto y con un baño que funcionaba perfectamente. Y, sobre todo, estaba bien situado en el barrio de Pinheiros, donde vive mi joven amiga y discípula Ana Paula Estévez.

Ana está terminando lo que llama el doble grado, es decir que, a finales de este año, será arquitecta e ingeniera de caminos. Un portento. Como además trabaja, este es su octavo año de universidad. Tiene exactamente 26 años, para mí es casi como una niña. Uno de estos ocho años lectivos lo pasó en Madrid, en una especie de Erasmus y allí fue donde yo la conocí. Porque ella eligió como trabajo de fin de curso un estudio sobre el proyecto Madrid Río. Y alguien le dijo que hablara conmigo si quería saber todos los intríngulis de ese proyecto. Un día en que me tocó dar una clase en la Escuela de Arquitectura de Madrid en el máster de Esther Higueras, Ana se apuntó y, al final de la clase, me buscó. Corría el año 2021 y nos vimos luego muchas veces, hasta que se volvió a Brasil a final de año, porque en Brasil los cursos coinciden con el año natural; se terminan en diciembre, momento en que llega el verano. Vean una foto que me hice con ella en uno de los puentes de Madrid Río.

El domingo 16, Ana vino a recogerme a la puerta del hotel para pasar el día conmigo. Me había reservado este día a pesar de que está ahora mismo agobiadísima con los exámenes y entrega de trabajos de fin de semestre. La encontré más guapa que hace tres años, se ha estilizado y está muy atractiva. Cogimos un autobús que nos llevó al arranque de la Avenida Paulista, el verdadero eje de Sao Paulo, como la Castellana de Madrid, pero en sentido sureste-noroeste. Echamos a andar por la gran artería, que estaba animadísima en domingo. Hay venta callejera, pero está bien organizada, con puestos que seguramente pagarán algo al ayuntamiento y que dejan un paso amplio para los peatones. En esos puestos se vende artesanía de calidad. Vean algunas fotos que tomé por el paseo.



Llegamos al MASP, el Museo de Arte de Sao Paulo, una importante obra de arquitectura, de línea brutalista, firmada por la arquitecta italiana Lina Bo Bardi, que vino a Brasil a hacer este museo y ya se quedó toda su vida. Ana había reservado entradas y estuvimos viendo las colecciones permanentes y una exposición monográfica de Francis Bacon bastante amplia. Aquí hicimos más fotos. Una vista general, otra de una manifestación por la legalización de la marihuana que había a la puerta, una más de una obra que me gustó de una alegoría a cómo los negros quieren blanquearse y otro final de parejita, ante las rampas interiores del museo.



Después de tomar un café, cogimos un Uber para acercarnos al parque Ibirapuera, el más grande de la ciudad. Por allí anduvimos vagando sin rumbo, en medio de la gente que aprovechaba el buen tiempo del domingo para desarrollar sus actividades favoritas al aire libre. Hay también unas lagunas en las que paran las aves migratorias, que ahora se dirigen al norte huyendo de los fríos antárticos. Y rematamos con otra foto de parejita, mientras el sol empezaba a caer.

Dice Ana que algún día le gustaría hacer un viaje como el mío, que le parece maravilloso. En fin, ya de anochecida, cogimos otro Uber que nos devolvió al barrio de Pinheiros. Allí, Ana tenía interés en invitarme a un helado de Açaí, que son típicos de la ciudad y se venden en puestos que no despachan ninguna otra cosa. La verdad es que estaba muy bueno y eso dio pie a la última foto antes de la despedida.

Me dejó en el hotel, donde descansé un rato y luego me tomé una cerveza de la nevera, con unas almendritas. La noche anterior había bajado a una cervecería cercana a tomarme una linguiça con patatas, pero el domingo estaba cansado después de todo el día caminando y viendo cosas. Dormí estupendamente y el lunes afronté otro día coñazo de viajes. Porque no había encontrado ningún vuelo directo a Lima y tenía que hacer una escala en Santa Cruz (Bolivia), cuyo aeropuerto se llama nada menos que Viru-Viru. Por cierto, otra palabra de las que me ha enseñado Gisele, que me encanta, es idoso. ¿Saben ustedes lo que es un idoso? Qué van a saber. Bien, idoso viene de idade. E idosos es como llaman en Brasil a los tipos de edad, como yo. Y los idosos tenemos diferentes privilegios, como entradas más baratas a los museos y no hacer cola en las puertas de embarque de los aviones.

Así que en los dos vuelos del día 17 de junio, yo me planté en la puerta de los de primera clase e hice valer mi condición de idoso para entrar de los primeros. De esta forma tengo seguro que puedo llevar todo el equipaje en cabina, y no como antes, que a veces entraba de los últimos y ya no me cabía. El aeropuerto de Viru-Viru es enanito y estaba lleno de bolivianas de esas medio quechuas, que llevan un montón de polleras y un sombrero hongo. No tuve que esperar mucho, pero entre los dos vuelos, que eran como de tres horas cada uno, y la parada intermedia, llegué al aeropuerto de Lima bien entrada la noche. Y enseguida constaté que hacía un frío que pelaba. Salí al exterior, pillé un taxi y llegué a casa de mi sobrino Zael, que me esperaba para bajar a cenar. Hacía bastantes años que no le veía, pero lo encontré muy bien. Pero eso ya se queda para el post siguiente. Pórtense bien.

2 comentarios:

  1. Me alegra un montón que te vaya todo tan bien no hay nada como ser un idoso para disfrutar de la vida ya lo decía Cicerón...

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    1. ¡¡Jajajaja!! Hombre, yo preferiría ser un poco menos idoso, aunque no me lo pasara tan bien.

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