sábado, 29 de junio de 2024

31. La frontera

Cuando Trump ganó por primera vez, me hacía gracia la gente que se angustiaba porque el tipo quisiera construir un muro en la frontera sur de su país. ¡Pero si el muro existe ya en un tercio de esa frontera! Y fue Bill Clinton el que ordenó su construcción. De los 3.000 kilómetros de frontera que hay entre Estados Unidos y México, algo más de 1.000 cuentan con su muro, una buena parte de ellos desde Tijuana hacia el interior, y el resto en los entornos de las otras ciudades fronterizas. Ese muro no se completó porque se les acabó el dinero y por eso pretendía Trump que los mexicanos pagasen el resto. Por entre los huecos de esa muralla incompleta entran los emigrantes ilegales, la mayoría procedentes de los países de Centroamérica, semiengañados por los llamados coyotes, que a menudo los dejan abandonados en medio del desierto, donde normalmente los atrapa la migra, la temida patrulla fronteriza. 

Y a todos los que pillan en un buen tramo de frontera hacia dentro, los traen a San Diego, que es donde hay juzgados, para pasar una noche en el calabozo y afrontar al día siguiente el típico juicio rápido que hemos visto en tantas películas yanquis: entra un juez malhumorado, da un martillazo y todo el mundo ha de pararse (ponerse de pié). El destino del tipo se decide en unos segundos. Inmediatamente los policías lo trasladan al puesto fronterizo denominado El Chaparral, por donde yo pretendo cruzar en unas tres horas en dirección al norte, y lo avientan al otro lado de la línea (es decir, a Tijuana). Hace seis años, yo crucé este paso en el mismo sentido y me hice una foto que les muestro.

La mayoría de estos guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses, no tienen dinero para volver a sus tierras. Y se quedan por allí en shock. Hasta que encuentra algún apoyo, el aventado vaga como alma en pena por el centro de la ciudad. Mi anfitrión en Tijuana, Diego Moreno, me señaló en una ocasión a algunos de ellos y me hizo ver la diferencia: –Amigo Emilio, acá no tenemos homeless como en las ciudades gringas. Acá lo que tenemos son recién aventados. No es difícil verles por las calles. Normalmente, al cabo de un tiempo encuentran la solidaridad de algún paisano o alguien caritativo. Poco después los contratan para un trabajo ocasional en condiciones míseras, pero que les permite construirse una chabola por los barrios infectos de la periferia de Tijuana. Cuando yo fui Gerente de Urbanismo de esta ciudad caótica –me dijo Diego–, el tejido urbano crecía a razón de cuatro hectáreas/día. ¿Cómo puedes pretender gobernar eso? 

La dupla San Diego-Tijuana no es la única que existe engarzada en la raya de la frontera entre dos mundos. Hacia el interior, encontramos otras. Caléxico-Mexicali, un doble intento de mezclar los toponímicos de California y México. Y luego Nogales/Arizona-Nogales/Sonora. Y, aun más al este El Paso-Ciudad Juárez. En esta última, la separación no es una simple línea: aquí tenemos ya el Río Grande. Todas estas parejas de ciudades corresponden a viejos pasos fronterizos, por los que antiguamente se pasaba con cierta facilidad. Por ejemplo, hay una escena histórica de Cantinflas dirigiéndose a la frontera con un caballo y un burro, que muestra cómo de fácil era cruzar en uno u otro sentido. Les voy a pedir que vean el vídeo.

Pero ahora es algo mucho más difícil, y los que lo intentan se juegan la vida o, en el mejor de los casos, que los devuelvan al otro lado por el procedimiento exprés del juicio rápido. Esta peripecia se ha plasmado en cientos de corridos y canciones populares. Aquí les traigo una bien emblemática: El bracero fracasado. Les pongo un mínimo glosario. Huarache: sandalia endeble de cuero crudo (especie de alpargata). Hilacho: hatillo o mochila que llevan los que cruzan. Algo muy gacho es algo feo, de muy mal rollo. Y ya saben que a los yanquis se les llama indistintamente gringosgabachos y güeros (de piel blanca). La versión que les traigo es la de la simpar Lila Downs. Disfrútenla antes de seguir.

San Diego y Tijuana son las dos caras de una misma moneda, el yin y el yang, la virtud y el vicio. San Diego es la ciudad perfecta, ordenada y construida a imagen de Nueva York, con sus calles impolutas, sus policías puntillosos, su tráfico bien regulado, su puerto deportivo lleno de veleros estabulados, su zona militar donde se estaciona la Sexta Flota, lista para atacar Iraq o lo que se tercie. Pero uno cruza una simple línea en el territorio y se encuentra al otro lado el colorido, la mugre, los olores, la música, el caos circulatorio, los grupos ruidosos, la juerga, el alcohol barato y la droga libre. La raya de San Diego-Tijuana es la frontera que registra más movimiento diario de todo el mundo. Porque estos dos universos antagónicos se necesitan entre sí y se complementan. Para salir de USA no hay grandes problemas. Los yanquis pasan a menudo a correrse juergas, a vivir un poco ese mundo más peligroso y excitante, a abastecerse de productos que no pueden conseguir en su tierra. Por ejemplo, hay cientos de farmacias que venden nuevos productos aún sin autorizar por la National Health Association. En el pueblo de Los Algodones, cerca de Mexicali, todos viven del negocio de las farmacias para gringos. 

Para pasar a Estados Unidos hay tres caminos en Tijuana. Uno es el paso peatonal por el que yo pretendo que me franqueen la entrada en Estados Unidos. Por él cruzan miles de personas cada día: todos los fontaneros, albañiles, poceros o pintores que trabajan al otro lado. Así como las señoras de la limpieza, las kellys de los hoteles y las que cuidan a ancianos o pasean perros. Cruzan con facilidad mostrando unos permisos sencillos de conseguir, que les obligan a volver cada día. Si alguien se queda a dormir en USA, ya la ha cagado, porque el sistema lo detecta y le revocan el permiso. Los mexicanos llegan a la frontera temprano en sus coches viejos y destartalados, que dejan de cualquier manera en los descampados polvorientos de la zona. Entonces cruzan andando y toman el trolley al otro lado, ya integrados en el mundo inmaculado del norte. Y por la tarde hacen el camino inverso. 

El segundo modo para entrar en USA es mediante una green card. Este es un pase que dan a la clase acomodada mexicana, que ha de entrar en los USA con frecuencia para asuntos de negocios. Te cuesta un tiempo que te la den, te hacen una serie de encuestas y exámenes y averiguan todo sobre ti. Luego, el permiso incluye un distintivo en formato de adhesivo que te pones en el parabrisas de tu coche y te permite cruzar por un carril rápido. Tiene una validez de seis meses y es renovable. Diego tiene una de estas. Y queda todavía la tercera forma de cruzar, la de los que intentan entrar en coche en Estados Unidos como turistas, como falsos turistas o como semilegales. Estos han de hacer una cola monumental. La autovía que viene del sur se abre en un pincel de vías que afronta las 24 casetas de la frontera, en donde los pasajeros de cada coche son minuciosamente investigados y no pasan hasta que se recibe un conforme vía satélite. En 2008, Diego me trajo por esta entrada para que pulsara el ambiente. 

Bajo un sol matador, cientos de coches se achicharran en esas 24 hileras durante horas. Y, por en medio de la caravana inmóvil, circula una población flotante variopinta, de peatones que ofrecen sus productos a los automovilistas atrapados. Un tipo se monta una parrilla desmontable con un camping gas y allí mismo te prepara unos tacos o unas quesadillas. Otro con una nevera portátil te ofrece bebidas frescas. Por supuesto hay toda clase de bebidas alcohólicas, como cubatas o whiskys en vaso alto y con hielo. También hay recién aventados que te piden una ayuda, lisiados diversos, madres mendigas con niños y vendedoras de ramitos de la suerte. Coyotes o ganchos de los coyotes te entregan sus tarjetas y ofrecen sus servicios jurídicos o de asesoría laboral para el otro lado. Médicos reales o falsos te curan toda clase de dolencias o te proponen masajes de hombros. Prostitución de todo tipo: chicas medio desnudas, putos y travestis se te ofrecen para un servicio rápido allí mismo en el coche y a la vista de todos. Predicadores diversos se suben a una caja de madera a proclamar el fin del mundo o decirte que Jesús te ama. Vean un par de fotos de lo que les cuento.


Es una especie de radiografía de nuestro querido y detestado mundo capitalista. Los poderosos y los pobres. El mundo ordenado y esterilizado del norte, frente al caos del sur. Los mexicanos dicen en broma que los gringos, nada más cruzar al sur, se enferman de diarrea, sólo con respirar el aire polvoriento del otro mundo. Ese mal es conocido como la venganza de Moctezumael sarape azteca y otros nombres. Y ese es el mal que me ha atacado a mí en Tijuana, aunque yo no venía del norte, sino del sur, y había sobrevivido a más de dos meses de viaje sin ningún contratiempo digestivo, a pesar de disfrutar de gastronomías tan inhabituales para mí como la turca, la coreana, la malaya, la chilena, la brasileña, la peruana y hasta la de Ciudad de México. Ya les adelanto que voy mejorando y que mi ánimo no está bajo, como han interpretado algunos de los lectores de mi último post. Es cierto que esta ha sido la etapa menos apasionante de mi aventura y que, nada más llegar a Tijuana, me sentí en cierta manera atrapado en una especie de trampa. Pero mis reflexiones se referían sobre todo a la decadencia que he observado en mi amigo, no a mí mismo. 

Siendo positivos, es mejor que este episodio digestivo me haya pillado aquí, donde toda la familia de Diego me ha arropado, como le están arropando a él. Pero estas cosas afectan cuando te suceden a miles de kilómetros de tu casa y en una tierra bárbara como es esta. Porque yo he encontrado una serie de cosas en común entre Chile, Perú y México. Este es un mundo en el que hay una polarización social extrema, con unos ricos muy ricos, unos pobres muy pobres y una clase media en declive. Esto es un polvorín que puede estallar cualquier día y que es difícil de solucionar, porque es estructural, viene desde la colonización, los españoles frente a los indígenas. Eso explica la serie interminable de golpes militares que se han dado en estas tierras. Yo he captado esa tensión en Santiago de Chile y estos días ha habido un intento en Bolivia. Por eso, toda la gente intenta subir a Estados Unidos, el paraíso prometido para ellos, formando una especie de río esperanzado. Y Tijuana es la rejilla que contiene esa marea hacia la libertad, en donde se acumula toda la mierda del lado sur. 

Hoy voy a intentar cruzar al norte y espero no tener problemas. Desde allí, con más calma les contaré algunos pormenores de mi estancia en la casa de Diego Moreno, en Tijuana y por qué esta vez ha sido diferente de las dos veces anteriores en las que nos lo pasamos muy bien juntos. La situación en Latinoamérica es como una maqueta de la situación general en el mundo, con sus guerras y sus problemas irresolubles. Pero yo, a mis años, no quiero echarme sobre las espaldas las culpas de que el mundo esté tan mal distribuido. Yo me he montado este viaje para moverme por la parte de arriba, donde me encuentro bien. Por eso he excluido África, por ejemplo. Para la aventura de una persona de 73 años que viaja sola, ya es bastante con estar tanto tiempo fuera (hoy se cumplen dos meses y medio de mi salida), como para añadirle la angustia de la visión de la desigualdad y la miseria. Latinoamérica no es África, ni es la India, pero me ha incomodado un poco también. Con la excepción de Brasil, que es otra historia. 

Voy a publicar este post. Voy a desayunar suavecito con un té, que aun tengo que cuidarme de mi desarreglo de los días pasados, voy a darme una ducha y a hacer mi equipaje. Estaré entonces listo para que Diego me acerque con su coche al punto de paso peatonal por el que entran todos los braceros no fracasados. Allí le daré un abrazo y, con mi mochila y mi trolley, me incorporaré a la fila de los que caminan para atravesar el control de fronteras yanqui. Deséenme suerte.  

4 comentarios:

  1. Pues mucha suerte, claro. Seguro que todo va bien, ten fe.

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  2. Que bueno todo lo que cuentas en este post, muy interesante y lo de cantinflas genial. Suerte y ya sé que ánimo no te va a faltar. Que te mejores del mal de Moctezuma,

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  3. Mucha suerte Emilio! Buen viaje to the US !!

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  4. Genial este post de la frontera y Cantinflas, me ha encantado ! Que te vaya muy bonito !! Abrazo, Cristina M.

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