miércoles, 24 de julio de 2024

41. Vamos que nos vamos

Bien, empiezo a escribir esto en ratos libres del lunes día 22, ya descaradamente en formato de diario de los últimos días. Mi intención es continuar escribiendo mañana día 23 y publicar este post el 24 cuando me levante, antes de hacer las maletas y dirigirme al Metro para intentar llegar por este medio al Aeropuerto Internacional JFK; aunque tampoco descarto terminarlo en el propio aeropuerto, frente a la puerta de embarque, lo que resultaría todavía más melodramático. Veremos. Lo cierto es que hoy es 22 y en un par de días debo estar preparado para tomar el último vuelo de este viaje, que me lleve desde Nueva York a Madrid, la ciudad donde vivo y de donde salí hacia Bolonia el 14 de abril, que manda carallo. En total va a ser un viaje de 102 días, el más largo de mi vida. Para un septuagenario acreditado, no está nada mal.

Mentiría si les dijera que no estoy cansado. Lo estoy física y anímicamente. Estos últimos días en Nueva York en los que no he parado de andar arriba y abajo por esta ciudad fantástica, me han dejado un poco cansado en el aspecto físico. Porque esto se suma a la paliza que ya traigo encima, más el dormir regular la mayoría de las noches y el calor que hace por aquí, que hoy se ha recrudecido de nuevo y, por lo que me cuentan, no es nada comparado con el horno madrileño al que voy a llegar. Necesitaré unos días para descansar de verdad, descomprimir archivos y dedicar algunos ratos más a escribir uno o dos posts de cierre de esta aventura literario-vital, concebida a la manera de las viejas novelas por entregas, que ha ocupado mi mente y mi tiempo durante estos últimos meses. Tres meses largos, un cuarto de año.

Así que les voy a ir contando lo que estoy haciendo en estos días finales de mi travesía por el mundo. Hoy, por ejemplo, he ido a desayunar de nuevo a la Pastissería Rosetta y desde allí he buscado los lugares para hacer dos compras que tenía pendientes. En estas ciudades tan grandes, hacer dos gestiones en la misma mañana es algo meritorio, pero en el Upper West Side hay oferta de todo lo que se quiera buscar. Así que he caminado hasta el centro comercial de Columbus Circle. Este centro, hace doce años se llamaba el Time Warner. Ahora se llama Deutche Bank Center, aunque todo el mundo lo sigue llamando el Time (así me lo indicaron a mí y por eso no lo encontraba). Allí debía comprar unas tijeras de cocina.

Ya saben que yo he de recortarme el bigote de vez en cuando y ya lo necesitaba. Le pregunté a Anna si había unas tijeras en casa y me dijo que no. Así que, en vez de comprarme unas de peluquería, me las he comprado de cocina, para dejárselas en la casa, puesto que yo no puedo llevarlas en el equipaje. He tenido que esperar a que abrieran la tienda en donde las vendían. Con ellas en el bolsillo, he caminado hasta una floristería de la calle 55, para comprarle a Anna una orquídea de las grandes. Es un regalo mínimo que le debo. Me ha costado una pasta, pero con ese dinero no habría podido pagar ni una sola noche de hotel por esta zona, y ella me ha facilitado siete. Con mis compras he vuelto a casa a dejarlas y he salido otra vez.

He cogido el Metro hasta la calle 34 y allí he caminado en dirección Oeste hasta llegar al arranque del High-Line. Es este un parque lineal construido sobre la traza de un antiguo ferrocarril elevado de uso industrial. Hace doce años estaba recién inaugurado el tramo desde el Chelsea Market hasta el cruce con la calle 23. Ahora ha crecido hasta la 34 y hoy estaba bastante bonito y muy concurrido de paseantes, a pesar de ser lunes por la mañana y hacer un calor horrible. Al lado del arranque, he podido ver el edificio Edge, ese engendro firmado por un arquitecto de Cuenca con el único objeto de que la gente suba por un lado y baje por otro. Como les conté, a poco de inaugurarlo, lo tuvieron que clausurar, porque el personal tenía la mala costumbre de usarlo para suicidarse. Sigue cerrado. Y de cerca, he podido constatar que es, además, muy feo (en mi modesta opinión). Vean unas fotos y díganme qué les parece.





Bueno, estas son las fotos del High-Line. La del engendro viene ahora.

He de decirles que la idea del High-Line no es original. Muchos años antes se promovió un proyecto idéntico por el Ayuntamiento de París. Se llama La Promenade Plantée y es todavía un parque muy concurrido, que también se sigue ampliando y ramificando por otras vías férreas en desuso. Mi amigo Alain Sinou me ha acompañado a recorrerlo hasta los últimos extremos. Pero, lo que son las cosas, llegando al tramo que yo conocía, a partir del cruce con la calle 23, me he encontrado el parque cerrado por obras de reparación y mantenimiento. Doce años después ya hay que cerrarlo para renovarlo. He bajado a la calle por un pequeño ascensor que hay en ese punto y he continuado mi camino hacia el sur por la 10ª Avenida.

He buscado en el Maps el Chelsea Hotel y resulta que el viejo establecimiento por el que pasaron Leonard Cohen, Bob Dylan, Janis Joplin y tantos otros rockers de la era dorada, ya no existe. Ciertamente era un lugar con un punto cutre, pero era pura historia de la ciudad y del rock. Hace 12 años yo lo visité y entré a los espacios comunes. Estaba entonces en riesgo de desaparición. Y ahora, resulta que lo ha comprado una cadena multinacional, lo ha renovado completamente y lo ha convertido en un hotel de lujo. Algo parecido a lo que les conté del Crocodile de Seattle. Pero, como en ese caso, aunque el contenedor desaparezca, para siempre quedará la belleza, representada en este caso por el tema que Cohen le dedicó.

Versos eternos: me dijiste que preferías a los hombres guapos, pero que conmigo harías una excepción. Yo me he criado emocionalmente con cosas como estas. Mi camino de esta mañana me ha llevado al Chelsea Market, una especie de Mercado de San Miguel de Madrid. Quiero decir que, aparte de una frutería que hay en el sótano, el resto son bares y restaurantes. Era muy pronto para la cerveza, así que he repetido de café con un bollito de crema que me ha sentado bien. Y he continuado mi peregrinación, en busca del Greenwich Village, el otro lugar que quería ver entre los imprescindibles que he seleccionado para esta estancia de 7 días en Nueva York.

Está bonito, parece en buena forma, pero no había demasiada animación. Hay que tener en cuenta que las universidades están cerradas ahora, que la gente se ha largado de vacaciones, que hace un calor espantoso y que las horas centrales del día no son el mejor momento para callejear por esta ciudad. He llegado al pequeño parque triangular que conmemora los sucesos de Stonewall, cuando los gays y lesbianas se rebelaron contra la policía y todo el barrio les apoyó. Los disturbios más graves sucedieron el 28 de junio de 1969 y desde entonces esa es la fecha que se conmemora en el Día del Orgullo Gay. Hay un cartel, unos posters con fotos de los altercados y un pequeño monumento. Les he sacado alguna foto, que les pongo abajo. De pronto me he sentido muy cansado, he buscado una estación de Metro, la he encontrado en la calle 4ª y me he venido a casa. Y después de descansar un rato, me he puesto a escribir. Como el tiempo en presente me ha atrapado, voy a parar aquí y ya les sigo contando mañana.

Muy bien. Ahora es ya día 23 de julio, mi penúltimo día de viaje. Y les sigo contando porque, en este periplo, no hay una sola cosa susceptible de complicarse, que no se termine por complicar. Estaba yo ayer tan contento con todo controlado. Terminé de escribir lo que antecede y decidí bajar a cenar al Shalel, el restaurante de comida mediterránea que tanto me había gustado. Bajé como a las ocho, estaba bastante vacío por ser lunes y la chica del lugar me recibió muy cariñosa. Me pedí un tayín de pollo que estaba extraordinario, con verduritas diversas, maftoul que es la variedad palestina del cuscús y bien de ras-el-hanout. Estaba yo en plena ingesta de tan delicioso manjar cuando me entró un Whatssap de Anna Zetkulic: no te imaginas cuánto odio decirte esto, pero ¿puedes buscarte un hotel para la noche de mañana?

Después venían las explicaciones. La abuela se está muriendo y toda la familia, esparcida por los USA, quiere venir a despedirse de ella. Y tuvieron grandes problemas con las aerolíneas por la caída del sistema informático, pero estaban ya listos para invadir la casa donde ella estaba alojada y todas las que pudieran. Lo sentía mucho, pero tenía que pedirme que me fuera hoy día 23. Le contesté que era un poco tarde, pero que, por supuesto, lo intentaría. También le pedí razón de hoteles o albergues cercanos que no fueran carísimos. Me mandó varias fórmulas y entre ellas me pareció la mejor el albergue de la YMCA, aquí en la calle 63 al lado de Central Park. Subí a casa, busqué el lugar y reservé una noche a través de Booking. Eran unos 80 dólares.

He de decirles que, como no puedo recibir sms en USA, ando un poco justo para emergencias sobrevenidas. Creo que tengo suficiente, unos 400€ entre las dos tarjetas, que ya no puedo recargar. Pero bueno, bajé a echarle un vistazo al albergue, que está a unos diez minutos de aquí, en la ruta a la estación de Metro de Columbus Circle donde tengo que montarme mañana para ir al aeropuerto. Entré y me pareció que el sitio estaba organizado y aseado. Me dijeron que yo podía ingresar hoy a la hora que quisiera. Que la reserva que había hecho me podría suponer dormir en litera con un compañero y, desde luego, los baños eran compartidos, pero que, en la medida de lo posible, tratarían de alojarme solo. Asunto resuelto. Y, una vez más, la sensación de librar por los pelos, de estar todo el rato bordeando diversos abismos, o walking on the wild side, como decía Lou Reed, en su canción más neoyorkina, que refleja muy bien el ambiente de esta ciudad.

Bien, salí del albergue de vuelta a casa en mitad de la noche. Afuera había montones de chavales sentados por la acera hablando de sus cosas. Ya ven, con esto voy a recuperar mi perfil de mochilero veterano, me voy a rejuvenecer de nuevo. Después de haber dormido en el cuarto de la chacha en Santiago de Chile, esto es sólo un paso en la misma dirección. Y siendo positivos, esta noche no tendré que entrar a gatas en la cama. Así que volví a casa y me acosté, aunque no he dormido demasiado bien, como se imaginan. Espero que no haya más emergencias sobrevenidas. Hoy me he levantado a la hora de todos los días, me he afeitado cuidadosamente y he tomado una ducha larga y muy caliente, que no sé si mañana tendré margen de ducharme en el baño compartido. Después he salido a la calle.

Llevaba toda la noche cayendo una lluvia fina, de la que en el País Vasco suelen llamar chirimiri. Hace poco leí que los árboles de Vitoria estaban tristes y decaídos. El problema no es que no llueva bastante, el problema es que llueve diferente. Que tras períodos de sequía pertinaz, caen trombas que arrastran nutrientes y esto no les gusta a los árboles. En el cuento de Roberto Bolaño El gaucho insufrible, se cuenta la historia de un viajero que va atravesando la pampa por los pueblitos más recónditos y aislados. Y, cada vez que ha de salir de uno de estos pueblos, los lugareños le despiden con la misma frase: que le llueva finito. También saben la historia del gallego al que le viene uno de Madrid y le habla de que está cayendo un calabobos. Su respuesta: calabobos es para usted, nosotros le decimos orballo.

Bueno, pues hoy está orballando por aquí a conciencia. Aun así, yo he seguido mi programa y me he acercado a la Pastissería Rosetta a tomarme mi caffé-latte con su correspondiente pain-au-chocolat. Después, he vuelto a casa, he preparado las maletas y me he sentado a continuar con este post. A las 12 había quedado con Anna y una amiga suya india que es artista gráfica, a comer en un lugar que se llama el E.A.T. Mi plan inicial era invitarlas, pero no lo voy a hacer porque me gastaría 100 de los 400€ que aún tengo. En realidad no me quedan muchos más gastos que afrontar. Esta noche puedo cenar en el chino Empire, por unos 20€. El YMCA lo tengo pagado. Mañana caminaré hasta el Metro, que también me sale gratis con la Metrocard, hasta la estación Howard Beach, donde tengo que tomar el AirTrain, que cuesta ocho dólares. Así que tengo margen suficiente.

Lo que debo hacer esta noche es el check-in on line del vuelo. Es algo que no puedo hacer hasta las siete de la tarde, 24 horas antes de la hora de salida. En cuanto me vea yo con la tarjeta de embarque con su código QR en mi móvil, se me quitarán todas las inquietudes. No creo que tenga problemas. Si lo he hecho en los 20 vuelos anteriores, no veo por qué no podría hacerlo igual con el 21. Pero todo esto ya me pilla escarmentado y no vean cuánto deseo tener ese QR en mi móvil esta noche. Por cierto, me dijeron ayer que el WiFi en el YMCA es bueno. Espero poder hacer mi trámite con la aerolínea sin problemas. En caso contrario me puedo bajar al Rosetta, que está al lado y tiene un WiFi para clientes excelente. Como siempre, ante cualquier contingencia: recursos.

La cosa es que yo, en un rato, bajaré de nuevo para acudir a la cita con mis compañeras de lunch. Para llegar allí, tengo que cruzar el Central Park bajo la lluvia finita que sigue cayendo. No es esto un problema para un coruñés. Después, creo que vamos a ir al Metropolitan, que es un museo muy interesante. Y, a continuación, imagino que Anna se vendrá conmigo a la casa, para instalarse en ella, una vez que yo me vaya con las maletas. Caminaré hasta el YMCA y veré cuáles son las condiciones reales de mi alojamiento. En función de ellas, intentaré hacer el check-in on line y seguir contándoles mi peripecia. Estén atentos.

 *    *    * 

Otro pasito más. Son cerca de las ocho de la tarde en Nueva York y les escribo ya desde el YMCA Center del 5West de la calle 63, al lado de Central Park. Me reuní con Anna en la puerta del restaurante E.A.T. en la Madison Avenue, a la hora convenida. Allí esperamos a su amiga india. Y, para mi sorpresa, resultó que esta era una señora bastante mayor, yo creo que en torno a los 65. Como a mí me gusta que me expliquen las cosas como para tontos (así las cuento yo) les pedí que me aclararan la situación. Porque yo esperaba a una joven india con ínfulas artísticas. Resulta que la señora es la madre de la artista, que es la realmente amiga de Anna Zetkulic. Ella, parece ser que se dedica al urbanismo, en Goa donde vive, aunque por lo que hablamos la encontré algo anticuada, a lo mejor su trabajo consiste en dar licencias de edificación o algo similar. Por lo demás era una señora agradable, que está en Nueva York visitando a su hija, la artista.

Anna tenía especial ilusión en invitarnos a ambos a una matza ball soupe judía. Es este un plato muy apreciado de la gastronomía kosher, que yo había visto que se consumía mucho en el Barney Greengrass el día que estuve comiéndome mi pastrami sándwich. Se trata de una especie de sopa de verduras con unas pelotas de color blanco, que están hechas con un pan especial. La sopa tiene zanahoria, nabo y tiritas de pollo y está muy buena. Así que, con motivo de ello, he sabido que Anna es judía, aunque no muy practicante. Me ha contado que sus padres son italianos, que se conocieron en Nápoles antes de venir a los USA, donde hay una amplia familia con más de 30 primos. Y que ella tiene ascendencia escocesa por parte de padre y armenia por parte de madre, supongo que la parte judía viene por este lado. Pero ella es neoyorkina de nacimiento y abajo pueden ver unos selfies que nos hicimos y una imagen de la matza ball soupe.

















La comida fue muy agradable y Anna me contó que es la mayor de tres hermanas, que tienen además un primo que se crió con ellas, o sea que es como un hermano más. Que el primo tiene un bebé de 9 meses y sus dos hermanas se van a casar pronto, en septiembre y en febrero. Le dije que ya sólo faltaba ella pero, ante la cara que puso, le pedí disculpas y le dije que era sólo un chiste. Me aclaró que sus dos hermanas son muy clásicas y se quedarán embarazadas enseguida. Que con el que más se entiende a nivel mental e ideológico es con el primo. Por lo demás, la que se está muriendo es la abuela materna, de 96 años, mientras que la otra, que tiene 94, se mantiene más o menos bien. Parece que son un clan muy sólidamente anclado. Otra vida cruzada más de este periplo visitando amigos por el mundo. 

Después de comer nos fuimos al MET, es decir, el Metropolitan Museum. Anna tiene una tarjeta de socio y nos pasó como amigos. Y estuvimos por allí unas cuantas horas porque el museo es muy grande (yo lo había recorrido en alguna de mis visitas anteriores a la ciudad y puedo dar fe de que, como te descuides, te pasas allí un día entero). Hay una serie de obras de arte romanas, griegas, egipcias, etcétera, que a mí no me interesan especialmente. Y realmente, lo que más me gustó es una exposición temporal que se llama El Renacimiento de Harlem. Se trata de una colección de pinturas de los negros de Harlem de los años 20 y 30 del siglo pasado, cuando los de su raza empezaron a ser socialmente más potentes. Me impresionaron sobre todo unos retratos a la acuarela, a los que les tomé fotos.




Después hay cosas más abstractas y alguna escultura, como ven abajo.



Esta última se titula Blues. Bien, cruzamos de vuelta el Central Park y nos fuimos los tres a la casa que yo había ocupado en los últimos días. Allí nos esperaba el padre de Anna. Yo tenía preparadas mis cosas, así que me despedí de ellos tres y eché a andar hacia el albergue de la YMCA. El lugar está bien, para el precio que se paga en esta localización. Es una habitación individual sin baño. En cada planta hay un módulo de duchas, wáteres y lavabos razonablemente limpio y te dan una toalla y una pastilla de jabón por si quieres ducharte. No creo que yo lo haga, puesto que no tengo chanclas, tanto Gonzalo López como JJ me prestaron unas, cuando los acompañé a sus gyms respectivos. Era pronto para hacer el check-in on line de mi vuelo de mañana, así que me he dedicado a enredar por aquí, poner al día el correo, descansar un poco.

Seguía sin poderme conectar con la aerolínea y a mí me estaba entrando un hambre canina, porque la matza ball soup es bastante ligerita. Recordé entonces que en esta misma calle hay un P.J.Clarke’s, hermano del de la tercera avenida. Y me he bajado a cenar algo allí. No tiene ni de lejos el ambientazo del otro, pero los menús son los mismos, tienen Brooklyn Lager de barril y esta vez yo no quería una hamburguesa sino una ensalada con salmón. Calmada el hambre, me he dado una vuelta por el Lincoln Center, que siempre tiene actividades en el exterior, y he subido al cuarto para hacer por fin el check-in on line. Así que mañana espero que no haya problemas, aunque parece que las dificultades informáticas de los aeropuertos siguen produciendo retrasos. Por si acaso, deséenme suerte una vez más. Voy a intentar dormir y mañana termino este post.

*    *    * 

Bueno, pues finalmente escribo ya desde el aeropuerto, después de pasar una noche tranquila en el albergue de la YMCA. Para quien no lo sepa, estas siglas se refieren a la Asociación de Jóvenes Católicos, Young Men Christian Association, y es algo no tan cutre como los dormitorios del Ejército de Salvación, pero de la misma línea. Ayer estuve dudando si ponerles el vídeo de la canción que, con ese nombre, perpetraron en 1978 un grupo muy hortera, muy hortera, que dio en llamarse Village People. Aún no existía por entonces el reguetón, pero esto no le va muy a la zaga. Al final, he pensado que se lo pongo y salga el sol por Antequera, pero no se sientan obligados a verlo entero, de verdad, es un coñazo bastante insoportable. Pues en uno de estos albergues para jóvenes de los que se habla en esta canción, he dormido yo ayer, en un colofón chusco de este viaje estupendo. Un colofón que yo no he buscado, me ha venido impuesto por las circunstancias.

Vaya, les pido disculpas por haber traído al blog este esperpento. Anoche estaba realmente muy cansado y ya les anticipo que estoy ahora mismo en el Aeropuerto Internacional JFK, esperando mi vuelo y pendiente de una incidencia más que luego les cuento y que espero que se solucione. Ya saben, esto es Walk on the wild side hasta el final. Empezaré por decirles que esta noche pasada he dormido en un sitio muy cutre, como no recordaba haber habitado en décadas. Lo de tener el baño fuera es un incordio, si quieres salir a mear a media noche, pero era lo que había. Anna se disculpó veinte veces, me dijo que su emergencia era sólo para el día de ayer, que, si hoy me suspenden el vuelo, puedo volver a la casa el tiempo que necesite. Esta mujer es realmente un encanto.

Por la mañana, he dudado si ducharme. El agua salía muy caliente y era una tentación, pero mi única posibilidad era ducharme con unos calcetines y guardarlos mojados en medio de la ropa sucia hasta Madrid. Finalmente, opté por asearme por partes, como se hacía antiguamente, con agua caliente y jabón y usando la toalla que me dejaron. El ambiente y los personajes que por allí pululaban eran realmente deprimentes. Recogí todo y me bajé a desayunar a la Pastisserie Rosetta, donde ya me saludaron como a un cliente fijo. Mi vuelo era a las 7.10pm, o sea que tenía tiempo de sobra.

Así que salí a darme un paseo por determinadas zonas de la ciudad, aprovechando que mi hora de hacer el check-out en el albergue eran las 11.00am. Era mi último paseo por esta ciudad que adoro y en la que me encuentro perfectamente. Para cerrar este ciclo, les voy a poner unas fotos al azar, una estatua urbana bastante inquietante, la Saint Patrick's New Cathedral y un grupo de brownstones como el que yo he habitado estos días. Abajo les añado el vídeo que hizo Joey Ramone en homenaje a la ciudad. Este vídeo corresponde al disco póstumo que su familia publicó en 2012, puesto que Joey había fallecido en 2001 a causa de un cáncer.




Bien, mi estancia en NY tocaba a su fin y también mi viaje de vuelta al mundo y el blog asociado. Pensé entonces que, si yo fuera rico, o no estuviera tan al límite con mis tarjetas Visa, podría quedarme por la ciudad a comer y luego irme en un taxi, cómodamente instalado con mi aire acondicionado e indiferente a los atascos. Pero yo ando muy justo de liquidez, como saben, y, en cambio, lo que me sobraba era tiempo. Así que regresé al albergue, hice el check-out en hora y caminé hasta la estación de Columbus Circle, donde entré en el Metro y bajé al andén de la línea A. Según el Maps, tenía opciones más rápidas, pero haciendo dos cambios de línea, lo que, con las maletas es un incordio. Lo que pasa es que, con la línea A, hay que esperar un tren que pase por la estación de Howard Beach y yo vi pasar primero hasta tres convoyes que no paraban allí.

Pero finalmente llegó uno y encima era exprés, o sea que se saltaba parte de las estaciones intermedias. En Howard Beach me subí al Air Train, previo pago de 4,90 dólares, y este tren ligero me dejó en la Terminal 8. Allí todo fue sobre ruedas, de modo que me dirigí a la puerta 46, que es la que me toca. Pero antes de llegar había una línea de policía que me impedía seguir. Me explicaron que se había declarado un incendio más adelante y que estaban los bomberos intentando solucionarlo. Para las 7.10pm, lo normal es que estuviera solucionado, pero me recomendaban estar atento a las pantallas por si me cambiaban de puerta y, si tenía alguna queja, me dirigiera al Customer’s service. Así que me he venido a escribir y ya me ha atrapado de nuevo el presente. Por cierto, en el Customer’s service había una cola enorme de gente muy cabreada, se ve que están suspendiendo algunos vuelos, pero espero que el mío no esté entre ellos. Voy a cortar, a ver si aprovecho para comerme algo con los últimos dólares. Termino en unas horas.

*    *    * 

Muy bien, pues aquí el último fragmento. El incendio que se ha declarado en el aeropuerto ha quemado completamente un núcleo de ascensores. Ahora se puede pasar a las puertas de embarque concernidas, pero de manera gradual, porque hay menos ascensores operativos, lo que ha generado unas colas largas. Pero, lo más importante para mí: la compañía American Airlines, con la que yo vuelo por delegación de Iberia, ha cambiado la puerta de embarque. Ahora salimos por la 3, que no tiene problemas de ascensores. Quiere decir que, si se han molestado en cambiar a una puerta más accesible, es porque el vuelo no tiene problema. En cuanto me he enterado de esto, me he ido a buscar un sitio para comer. Buscaba un lugar clásico, donde te sientas y viene un camarero a ver qué quieres; ya estoy harto de autoservicios y sucedáneos similares. Lo he encontrado en el Bobby Van's. Mientras me acomodaban, he hecho algo poco habitual en mí: leer la letra pequeña bajo el cartel. Y allí, para mi sorpresa, anunciaban ventajas para los titulares de la Priority Pass.

De esta tarjeta, yo tenía la impresión de que era un timo, porque al final, en todos los aeropuertos te acaban cobrando 30 euros por usar la sala VIPS. Encima, en los aeropuertos USA no hay salon Lounge para gente con dicha tarjeta. Le he preguntado a la chica cuáles eran mis ventajas. Me ha pedido la tarjeta, en la app del móvil y, cuando la ha chequeado, me ha dado un ticket por valor de 28 dólares. Sólo tendría que pagar la diferencia entre mi cuenta final y esos 28 dólares. Muy bien, me he obsequiado con una nueva hamburguesa king-size (no me regañen, creo que es la cuarta en todo el viaje), con una Brooklyn Lager de botella. Y, a la hora de pagar la diferencia, les he dado todos los sueltos en dólares que me quedaban, para deshacerme de ellos. Al final, con la tarjeta Revolut he pagado unos 10 dólares que faltaban. 

Ahora me he venido a hacer tiempo, aquí cerca de la puerta de embarque número 3. Aun me faltan unas horas para subir al avión, pero no quiero retrasarme más para que este post no les llegue de madrugada. Como les he anunciado, desde Madrid escribiré uno o dos posts de cierre. Pero ya es hora de que les diga: muchas gracias por haberme acompañado en este viaje tan insólito (no conozco a nadie que haya hecho algo parecido). Tengo ya ganas de encerrame de nuevo en mi mundo, con Tarik Marcelino Martínez y Samantha Fish. Pero ya les iré contando cómo aterrizo en mis rutinas de nuevo. Aún me falta un largo vuelo de más de siete horas, para el que dentro de un rato entraré en los baños y me pincharé una heparina en la tripa. Y, nada más subir, seguramente me calzaré un somnífero de los que llevo, para ir cortando el jet-lag. Así que, deseénme todos a coro: ¡¡QUE ME LLUEVA FINITO!! Y ustedes que lo vean.

16 comentarios:

  1. Venga que ya lo tienes chupao buen viaje, nos vemos pronto.

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    1. Nada, ya estoy de vuelta sano y salvo, seguramente gracias a la suma de buenos deseos de todos vosotros, mis lectores fieles. Así que gracias de nuevo.

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  2. Suerte y que te llueva finito,nos has tenido muy entretenidos eres un crack.

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  3. Hola, Emilio. Me alegro que aún te quede heparina y somníferos. Hice bien el cálculo.
    Un abrazo,
    Alfonso

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    1. La medicación ha estado muy bien medida, desde luego.

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  4. Tenía preparado un alegato final, pero soy torpe en saber cuándo hacerlo e incluso me replanteo si sería muy adecuado y no te ruborizarías

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    1. Bueno, a toro pasado ya me has hecho ese alegato, así que este comentario se ha quedado desfasado.

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  5. ¡Bienvenido a casa!, te imagino ya descansando un poco en tu garigolo, que mucho no podrás, pensando en ir a encontrarte con tu amigo y compañero Tarik Marcelino. Ha sido un periplo extraordinario, lleno de bonitas y variadas experiencias, nos has tenido impacientes en espera siempre del siguiente capítulo. ¡Qué más quisieras tu que ahora te lloviera finito!. Ducharte y gracias. Un fuerte abrazo.

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    1. Muchas gracias, querido amigo. Lo del garigolo es la primera vez que lo oigo, hasta he pensado si no sería una jugarreta del corrector. Ya me enteraré bién de qué es.

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  6. Bienvenido Emilio ! Enhorabuena, lo has conseguido con gran éxito!! Precioso viaje ! ha sido un placer seguirlo con tu blog en cada etapa. Ahora a recuperarte y nos vemos pronto. Fuerte abrazo, Cristina M.

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    1. Gracias Cris, fue un placer encontrarte en Bolonia y también lo es saber que me has seguido hasta el final. Besos.

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  7. Ha sido muy divertido y entretenido seguirte en tu periplo, y por ello también hay que darte las gracias. ¡Y la enhorabuena! por haber completado con éxito tu proyecto. Besos.

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    1. Gracias, por fin has conseguido que se te publiquen de nuevo los comentarios. Un fuerte abrazo.

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  8. Gracias, me ha encantado leerte, un viaje muy especial!!!

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    1. Pues mil gracias también para ti, me encanta que me hayas seguido todo este tiempo.

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