sábado, 27 de julio de 2024

42. Estadísticas y divagaciones varias

Pues ya he llegado y de hecho les estoy escribiendo desde mi casa. El último vuelo no tuvo muchas cosas reseñables. Nada más subir al avión me calcé mi somnífero. Esto del somnífero tiene una lógica aplastante. Si quieres librarte del jet-lag, nada más subir al avión tienes que imaginarte en el horario de la ciudad de destino. Yo subí a las siete de la tarde de Nueva York. Y, ¿qué hora era entonces en Madrid? La una de la madrugada. ¿Y qué se hace en Madrid a la una de la madrugada? Pues dormir. O sea que, somnífero p’al cuerpo. El problema es que el avión estuvo mucho tiempo en la cola de espera para despegar. Y yo me quedé frito. Es la primera vez en mi vida que despego sin enterarme. Cuando me desperté, el avión llevaba ya un buen rato en el aire. Por lo demás, yo había contratado el vuelo con Iberia, pero esta delegaba la gestión en American Airlines y, gracias a eso, nos dieron de cenar y luego, casi llegando, de desayunar. Colaciones frugales, pero menos es nada

Bueno, el viaje ha terminado, pero el blog todavía no se ha cerrado, y quedan al menos dos posts de cuestiones generales que me dispongo a desarrollar para concluir adecuadamente la parte literaria de esta aventura. Una primera cuestión. El día 14 de abril, antes de salir de viaje me pesé en la báscula de mi casa. El resultado: 73,2 kilos; más o menos lo que venía pesando estos últimos años. Ayer, 26 de julio, el primer día que me vio amanecer en casa, repetí la jugada. Resultado: 68,7 kilos. Es decir, en estos casi tres meses y medio he perdido 4,5 kilos, que para una persona delgada como yo es mucho. Teniendo en cuenta que he comido más o menos bien, como les he ido contando, esta pérdida de peso se debe sin duda al estrés, las angustias y los sudores fríos que he pasado en determinadas fases del viaje.

Además, saben que tuve un problema intestinal serio en mi fase mexicana, que tuve que tratar con mucha cautela, porque, literalmente, me iba por la pata abajo. Para esto hay un remedio infalible: no comer, beber mucha agua y apenas unas galletas saladas para no deshidratarse. Además yo llevaba un producto farmacéutico en previsión de esta eventualidad, que les recomiendo sin dudarlo. Se llama Vitanatur y contiene un montón de probióticos para recuperar la flora y fauna que se pierden con este tipo de dolencias. Yo empecé a tomarme un sobrecito en ayunas cada día, durante mi estancia en Tijuana y no paré hasta que se me terminaron los 14 sobres del paquete. Más o menos estuve cuidando la alimentación hasta mi paso por San Francisco. Ya en Los Ángeles, me atreví a comerme una de las soberbias hamburguesas del Father’s Office, sin mayores problemas.

También pasé un par de constipados, uno en Corea y otro como consecuencia del invierno en Lima, que es muy frío y húmedo. Pero, con esas salvedades, la salud la he mantenido con dignidad. Es momento de recopilar algunas cifras globales del viaje, a título meramente estadístico. Como les dije, mi periplo ha durado exactamente 102 días, 12 más de los que empleó Phileas Fogg en el famoso libro de Julio Verne. El número de países visitados es 14: Italia, Turquía, Corea del Sur, Japón, Malasia, Singapur, Australia, Nueva Zelanda, Chile, Brasil, Perú, México, USA y Canadá. Las ciudades, 26: Bolonia, Nápoles, Roma, Estambul, Seúl, Suwon, Kyoto, Tokyo, Kuala Lumpur, Singapur, Melbourne, Sydney, Auckland, Santiago de Chile, Curitiba, Sao Paulo, Lima, Ciudad de México, Tijuana, San Diego, San Francisco, Berkeley, Los Ángeles, Vancouver, Seattle y Nueva York.

En la mayoría de estos lugares he dormido en hoteles. Pero también me han alojado en sus casas Mónica (desconozco su apellido) en Kuala Lumpur, Valeria López en Santiago de Chile, Gisele Medeiros en Curitiba, mi sobrino Zael Sanz en Lima, Diego Moreno en Tijuana, Gonzalo López en San Diego, Gianfranco Savio en San Francisco y Anna Zetkulic en Nueva York. Esta circunstancia ha aliviado muchísimo la cuenta de gastos de mi viaje. No les voy a hablar de dinero, porque entiendo que no procede. Sólo les diré que yo había presupuestado un gasto total determinado y sólo me he desviado de él en 1.500€, lo cual está bastante bien. Otra historia, para continuar con las estadísticas. El número de vuelos que he hecho, contando dobles los que tenían una escala, es de 21. Les pongo la lista:

                                1.- Madrid-Bolonia

                                2.- Roma-Estambul

                                3.- Estambul-Seúl

                                4.- Seúl-Kyoto

                                5.- Tokyo-Kuala Lumpur

                                6.- Kuala Lumpur-Melbourne

                                7.- Melbourne-Sydney

                                8.- Sydney-Auckland

                                9.- Auckland-Santiago de Chile

                              10.- Santiago de Chile-Sao Paulo

                              11.- Sao Paulo-Curitiba

                              12.- Curitiba-Sao Paulo

                              13.- Sao Paulo-Santa Cruz (Viru Viru)

                              14.- Santa Cruz (Viru Viru)-Lima

                              15.- Lima-Ciudad de México

                              16.- Ciudad de México-Tijuana

                              17.- San Diego-San Francisco

                              18.- San Francisco-Los Ángeles

                              19.- Los Ángeles-Vancouver

                              20.- Seattle-Nueva York

                              21.- Nueva York-Madrid

Además hice tres viajes en tren: Bolonia-Nápoles, Nápoles-Roma y Kyoto-Tokyo (en el tren bala). Cuatro en autobús: Suwon-Aeropuerto de Seúl, Kuala Lumpur-Singapur, Singapur-Kuala Lumpur y Vancouver-Seattle. Tres en Metro: Seúl-Suwon y San Francisco-Berkeley ida y vuelta. Y uno a pié: Tijuana-San Diego, cruzando la maldita frontera en la que menos mal que le eché cara y me colé, si no, me habría derretido y habrían tenido que recoger mis restos con pala. Para todos estos viajes, me tuve que valer yo solito para sacarme por Internet los billetes correspondientes, los check-in on line y los visados cuando se requerían. No está mal para un tipo que podría ser abuelo ya y que se ha criado en un mundo sin Internet. Por cerrar el tema estadístico, les diré que he estado en 20 hoteles, que no les voy a enumerar. El mejor, sin duda, el de Sydney. Y el más cutre el albergue de la YMCA en Nueva York.

El vuelo más largo, el Auckland-Santiago, más de 11 horas, con el añadido de atravesar la línea de cambio de día, tal como se contó en el post #23. Le siguen varios en torno a las ocho/diez horas, Estambul-Seúl, Kuala Lumpur-Melbourne, Sao Paulo-Lima y Nueva York-Madrid. Para todos ellos me pinché una heparina en el propio aeropuerto, antes de subir al avión, para prevenir trombosis y otras averías. En ninguno de mis vuelos he tenido una sola incidencia de turbulencias excesivas, esto es algo que he de atribuir a la suerte. Y hablando de suerte, ya les he insistido en que muchas veces he tenido la sensación de librarme por los pelos de una contrariedad seria, porque, estando tan lejos, cualquier minucia se puede convertir en un problemón.

Yo llevaba, como saben, un buen seguro, que se extendía hasta el día 31 de este mes, o sea, que me han sobrado siete días. Pero, por ejemplo, la circunstancia de estar en USA sin que me funcionara el móvil, salvo en lugares donde me podía conectar a una WiFi, era un incordio suplementario. Sin ir más lejos, yo pensaba: si me caigo en medio de la calle y me rompo un hueso, ¿cómo conecto con los del seguro? En USA, la sociedad es muy despiadada y uno tiene la sensación de que, ante un problema serio, no hay quien te ampare. De verdad, yo me he sentido más protegido socialmente en los diferentes países de Asia. Lo de los yanquis es un horror, no les extrañe que un tipo como Trump, que encima ya ha sido su presidente durante cuatro años, o sea que ya lo conocen, tenga serias posibilidades de repetir.

Ya saben que, al no poder recibir SMS, no podía recargar ninguna de las dos tarjetas VISA que llevaba. Menos mal que, al entrar en Canadá para visitar Vancouver, recuperé la cobertura y recargué ambas tarjetas con fondos que estimé suficientes. Luego, hubo emergencias diversas que me encarecieron la factura, en USA todo es carísimo y les juro que, cuando llegué a Madrid, tenía exactamente 67€ en la tarjeta Revolut y 156 en la del BBVA. En este y en otros temas he tenido la vaga sensación de que en esta película andaba por ahí un guionista travieso que tiraba los dados y decidía hacerme sufrir, para que yo mismo me las valiera y encontrara la salida de los diversos laberintos en que me iba metiendo.

Creo que la comparación de este viaje con un maratón de los que yo corría de joven es muy acertada. La primera parte, esos 25 kilómetros de carrera que son una gozada, se corresponden aquí con la primera fase del viaje, prácticamente hasta Ciudad de México. La parte de Europa, Asia y Oceanía, fue sobre ruedas, una auténtica maravilla. Y además barata, porque en Japón el yen está por los suelos y los demás países son baratos. En Australia y Nueva Zelanda me lo pasé muy bien también, aunque los precios ya eran un poco más altos. Pero, como la comida de estos países es bastante mala y grasienta, yo seguía comiendo en restaurantes asiáticos que son más sanos y baratos.

En Chile ya empecé a sufrir la franja de dificultad entre los 25 y los 35 kms de carrera. Aquí es donde se ve si uno está o no preparado. Yo lo estaba, desde luego, sobre todo por las amigas que tenía en Brasil, que me hicieron relajarme de nuevo y pasar unos días maravillosos. En Lima y Ciudad de México, volví a captar esa tensión social que aqueja a toda Latinoamérica y que ya había sentido en Chile. Pero también estaba bien acompañado y seguí adelante con fuerza y energía. El llamado muro, esa sensación que te puede pillar alrededor del kilómetro 35, en que te parece que por más que te esfuerces no avanzas, me atrapó a mí en el entorno de Tijuana.

No quiero escarbar en la herida de esos días, que empezaron cuando me equivoqué de aeropuerto en la Ciudad de México. Para mí es muy doloroso haber encontrado a mi querido amigo Diego en una situación de estrés en la que mi presencia se convirtió en un incordio añadido. La verdad es que no sé por qué no me lo advirtió, igual que le dijo a Gonzalo que no estaba invitado al festejo de su cumpleaños. Nos hubiéramos ahorrado todos un mal trago. Pero yo llegué allí enfermo, con problemas de constipado y cagalera simultáneos y pasé unos días bastante malos. Y luego sufrí para cruzar la frontera. La sensación de alivio cuando me vi al otro lado y pude llegar a un bar con WiFi desde el que llamar a Gonzalo para que viniera a recogerme, inauguró la última fase de este largo periplo.

Aquí, en términos de maratón, queda el tramo desde los 35 a los 42 kms. Un tramo que ya se hace por pura cabezonería. Uno está ya súper cansado, pero hay que llegar a la meta como sea. Mi paso por San Diego y San Francisco, me sirvió para curar mis males físicos y la estancia en Vancouver fue realmente terapéutica a nivel anímico, balsámica, otra vez una gozada, gracias a mi amigo coreano JJ. Luego me quedaba Seattle y Nueva York, un final soñado de una semana alojado en pleno centro de Manhattan, que se corresponde en la carrera al momento en que te vas acercando a la meta, sientes ya las ovaciones del público y la música de los altavoces de la llegada, sacas fuerzas de flaqueza y te vienes arriba para cruzar la meta esprintando.

Bien, en cuanto al blog, yo decidí ser muy minucioso intencionadamente, para que vieran ustedes que no estaba haciendo ninguna heroicidad, que yo era el mismo Milu que muchos de ustedes conocen, que me levantaba por las mañanas, me duchaba y me iba a desayunar. Yo creo que algo así está al alcance de cualquiera. Basta con tener una idea y llevarla adelante. Pero hay que prepararse muy bien y volvemos al maratón. En una carrera de 42 kilómetros, cualquier minucia se puede convertir en un problema muy grave. Imaginen por ejemplo una arenita que se te cuele en la zapatilla. Hay que prepararlo todo muy bien, desde las zapatillas, la equipación, la alimentación, el entrenamiento, la preparación mental. Yo estuve preparándome para este viaje mentalmente desde mayo de 2023 y, en los aspectos logísticos, desde noviembre.

Y, en ese sentido, creo haber acertado con el equipaje, esa simple maleta de cabina, más una mochila, en las que he metido todas mis cosas para tres meses y créanme: hay algunas camisetas que no he llegado a usar. En Melbourne, ante el frío que hacía, fui al Uniqlo a comprarme una cazadora más calentita que la que llevaba, que ya no volví a utilizar, ni siquiera en Lima. Y, dentro de este apartado, es clave el calzado. Yo puedo decir que aquí también acerté. Me llevé únicamente dos pares de zapatos. Unos que compré por Internet antes de empezar el viaje y que me mandaron desde China. Son cómodos, no resbalan, se quitan y ponen con facilidad y combinan con cualquier tipo de ropa. Les pongo una foto. 

Son de la marca Wearbreeze, me entró un anuncio por Facebook, eran muy baratos y parecían cómodos. Los probé unos días por Madrid y comprobé que su único problema es que daban un poco de calor. Así que me acerqué al Decathlon y me compré unas sandalias cerradas de trekking más fresquitas. Y ese fue todo mi calzado. Llevé también toda clase de medicamentos, asesorado por mi amigo Alfonso, entre otros, incluyendo provisiones de todas las medicaciones que tengo pautadas, que me las facilitaron en la farmacia del barrio, un par de antibióticos, un antihistamínico, antimosquitos poderoso, Ibuprofeno para dolencias varias, Omeprazol para cuando empezara a tomar Ibuprofeno y el ya comentado Vitanatur. En este apartado, creo que he estado también cubierto.

Y, respecto a esto de que parece que hay por ahí un guionista camuflado moviendo los hilos de nuestros destinos, les daré algunos datos. En muchos lugares me han dicho que he sido yo quien les ha traído el buen tiempo. En Kuala Lumpur, el habitual diluvio de todo los días se tomó una pausa durante mi estancia que les tenía a todos admirados, En Auckland, mi amigo cubano Luis Casares me dijo que la bonanza climática durante esos días era muy atípica. En Chile el frío llegaba justo el día que yo me iba. Y en Vancouver pasaron unos días de calor extremo antes de mi llegada. Yo he sufrido toda clase de climas, pero no me he quejado a pesar de los cambios bruscos, el último el de volver a Madrid.

Además, ya les he dicho que al menos tres de mis anfitriones ya no van a seguir en sus ciudades a la vuelta del verano. Mi sobrino Zael ha dejado ya Lima, supongo, y en septiembre se incorpora a su nuevo puesto en Luxemburgo. Rafa de la Torre se va de México y vuelve a Madrid. Y Masafumi Koga se vuelve a Japón en donde le esperan en su nuevo trabajo en Nagoya. Si sumamos a esto que no creo que vuelva a ver con vida a Diego Moreno (o esta al menos fue la sensación vívida que tuve cuando le di un abrazo al pie de la frontera de Tijuana), pues está claro que este viaje ya no se podría afrontar en el improbable caso de que yo quisiera repetirlo.

Por lo demás, he encontrado gente muy buena y muy cariñosa conmigo. Desde Gianni Rondinella a Wooyhun Chung, pasando por Luis Casares, Gisele Medeiros, Ana Paula Estevez, JJ Kim (el hombre de Vancouver) o la encantadora Anna Zetkulic. Mencionaré a todos, uno a uno en el último post. Con casi todos ellos he tenido la sensación de que mi visita les alegraba la vida, que yo les venía a dar energía como un papanoel fuera de temporada y todos se han volcado en atenderme en función de sus posibilidades. Así que esta aventura ha sido muy positiva para mí. Vuelvo más joven y me siento con recursos para afrontar lo que me vaya viniendo, mientras pueda.

La muerte de mi amigo Joe, cuando estaba nada menos que en Chile, fue un bajonazo del destino. Si él, que era el que mejor estaba de salud de todos los amigos, ha caído, pues está claro lo que nos aguarda. Este post quiere ser un homenaje también a él y a su memoria. Joe es la persona que me enseñó a correr. Todo lo que sé del running me lo fue contando él con su paciencia infinita. Juntos viajamos a correr el Marathon de Nueva York, la ciudad en la que he cerrado este periplo. Y, ya desde aquí, anuncio que tengo el plan de volver a bajar a entrenar al Retiro, en cuanto mejoren las condiciones climáticas. Como un homenaje más a la memoria del amigo perdido durante esta aventura. Les adelanto también que me queda ya un solo post por publicar y que será un simple glosario de fotos de las personas con las que he cruzado mi camino, como memoria gráfica de este periplo en el que he tenido el gusto de que me acompañen hasta el último día. Que pasen un buen verano.

6 comentarios:

  1. Anónimo
    Emilio, hoy sí me atrevo a escribir mi alegato
    Mi querido amigo. Te aplaudo en la meta de este apasionante viaje. Me atrevo a parafrasear a Cervantes: “Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro”. Con este viaje has hecho más de lo que hemos hecho muchos, me atrevo a generalizar. Además, te agradezco tu generosidad por haber compartido tus experiencias con los seguidores de tu blog. No hace mucho que somos amigos y, gracias a lo que escribías, he descubierto en ti la humildad de un gran hombre. Agradezco a quien nos presentó. Eh, amigo, no te vayas a venir arriba ahora y lo vayamos a estropear. Que sabes que te digo las cosas claras y la mayoría de las veces no son halagos. Aterriza, descomprime el subidón y cuidado con el bajón adrenalinoserotoninérgico y no la vayas a coger con Tarik, que el pobre gato no tiene culpa de tu vuelta a la cruda realidad.
    No te vayas a ruborizar.
    Un fuerte abrazo,
    Alfonso

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    1. Tranqui, que no me voy a venir ni arriba ni abajo. Esto ha sido una aventura muy disfrutada por mí y contada en directo. Yo concebí el viaje y el blog, más o menos como han sido: un marco abierto para ir viviendo y contando lo que vivía. Al final, todo ha salido más o menos redondo, pero podía haber sido de otra manera, porque riesgos, haberlos, había. Algunos fans como tú me han seguido hasta el final, otros se cansaron en algún momento (recuerda aquella chica que le leía mis posts a su bebé para que se durmiera que, a partir de un punto, desaparecio del mapa). Yo agradezco a todos los que me han seguido en algún tramo al menos y doblemente a los que habéis aguantado hasta el final. Un abrazo fuerte para ti, querido Alfonso.

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  2. Eres un campeón, has sabido superar todas las pruebas. Tus palabras sobre Joe me han hecho llorar y recordar los dias que pasamos juntos en Nueva York. Echaré mucho de menos leer tus aventuras y desventuras que he seguido con gran interés. Deseando verte y darte un gran abrazo. Estamos en Zumsia, volvemos sobre el 15 de agosto. NOS VEMOS PRONTO.

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    1. Gracias querida. Lo de Joe es lo peor de estos tres meses y medio sin duda. Él me iba siguiendo como tú y lo sigo echando mucho de menos. Perro hay que seguir adelante. Disfruta de la playa de Zumaya. Un abrazo fuerte.

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  3. Ha sido una delicia leerte durante éstos meses. Nos vimos en Bolonia en el inicio de tu viaje y me parece lejísmos en el tiempo. Eres un campeón. Abrazo fuerte

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    1. Muchas gracias Gaby y un abrazo. Me encantó encontrarte en Bolonia.

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